





























Desde la antigüedad se ha llamado Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, en razón al supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así, se dice que:
reina en las inteligencias de los hombres porque El es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de El y recibir obedientemente la verdad;
reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en El la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobles propósitos;
reina en los corazones de los hombres porque, con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús.
Sin embargo, profundizando en el tema, es evidente que también en sentido propio y estricto le pertenece a Jesucristo como hombre el título y la potestad de Rey, ya que del Padre recibió la potestad, el honor y el reino; además, siendo Verbo de Dios, cuya sustancia es idéntica a la del Padre, no puede menos de tener común con él lo que es propio de la divinidad y, por tanto, poseer también como el Padre el mismo imperio supremo y absolutísimo sobre todas las criaturas.
Ahora bien, que Cristo es Rey lo confirman muchos pasajes de las Sagradas Escrituras y del Nuevo Testamento. Esta doctrina fue seguida por la Iglesia –reino de Cristo sobre la tierra- con el propósito celebrar y glorificar durante el ciclo anual de la liturgia, a su autor y fundador como a soberano Señor y Rey de los reyes.
DAME UN CORAZÓN
Dame, Señor un corazón
vigilante
para que ni un solo
pensamiento
sin sentido me
aparte de Ti.
Un corazón noble,
que ningún sentimiento
vulgar me derrote.
Que ninguna mala intención
me aparte de Ti.
Un corazón fuerte,
que ningún dolor lo rompa
Un corazón libre,
que ninguna adicción
lo haga esclavo.
Dame, Señor una inteligencia
que te conozca
junto a la necesidad
de buscarte.
Una sabiduría
que te encuentre.
Una vida que te complazca.
Una perseverancia
que se apoye en Ti
y la confianza para
conseguir tu protección
Amén
El trabajo honra los dones
del Creador y los
talentos recibidos
El trabajo puede ser un medio
de santificación y de animación
de las realidades terrenas
en el espíritu de Cristo.